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lunes, 25 de febrero de 2013

INSOMNIO

El sueño cumple importantes funciones renovadoras para nuestra mente y nuestro cuerpo.  Sin embargo, hay personas para las cuales la hora de dormir está muy lejos de ser una experiencia placentera y renovadora sino que se convierte en una lucha cotidiana contra el insomnio y otros problemas del sueño.  Millones de personas no pueden disfrutar de un día pleno, alerta y productivo porque la noche anterior no pudieron dormir.
En 1959 Peter Tripp, un locutor de Nueva York, decidió  mantenerse despierto todo el tiempo que pudiera.  Pasadas cuatro  noches sin dormir comenzó a tener problemas para recordar el alfabeto, luego comenzó a tener alucinaciones.  Veía sus zapatos llenos de telarañas, sabandijas sobre su mesa de trabajo y hasta un inexistente conejo en una esquina.  Su concentración mental se afectó y se volvió paranoide creyendo que sus compañeros de trabajo al igual que los médicos y enfermeras que vigilaban su estado de salud conspiraban para hacerle daño. 

Lo más interesante es que, a pesar de todo, cada noche Tripp lograba deshacerse durante tres horas de su paranoia, falta de concentración y alucinaciones, para transmitir su programa radial.  Durante ese tiempo Tripp daba la hora, leía comerciales, conversaba con el público y daba el informe del tiempo de forma aparentemente normal.  A pesar de que, como hemos visto, en su conducta diaria Tripp daba señales de un serio disturbio mental, de alguna manera lograba en ciertos momentos sobreponerse el tiempo justo para cumplir con su deber.  Justo antes de la transmisión del último programa que hizo durante ese período Tripp sufrió un ataque de pánico.  Creyendo que el médico venía a enterrarlo vivo comenzó a gritar y a agredir a todo el que se encontrara de por medio.  Sin embargo llegada la hora de su programa se calmó y logro hacer el mismo sin que ninguno de los que lo escuchaban pudiera sospechar la condición en que se encontraba.  Luego de ese programa Tripp abandonó su maratón y finalmente se retiró a dormir.
Aunque no de forma tan dramática, muchas personas que no duermen lo suficiente están en cierto modo actuando como Tripp.  Cuando no dormimos lo necesario algo dentro de nuestra mente se afecta y aún cuando seguimos funcionando cada vez nos cuesta más trabajo.  El escritor norteamericano Vince Rause dice refiriendose a como durante años fue víctima de un problema de insomnio: 
Me levanto adolorido y cansado para pasar el día con la mente nublada.  Me toma por lo menos tres intentos el poder marcar un número de larga distancia.  Se me olvidan los nombres de las personas.  Ingiero bateas de café.  Y luzco como el mismo infierno.
Según estadísticas del Centro Nacional para la Investigación de los Desórdenes del Sueño solamente en los Estados Unidos alrededor de 40 millones de personas sufren de problemas del sueño.  Estos problemas se traducen en baja productividad, problemas cognitivos, incremento en la posibilidad de accidentes, irritabilidad, mayor riesgo de enfermedades, muerte prematura y disminución en la calidad de vida.  Hay estudios que demuestran que en las personas que no duermen bien se afecta negativamente el sistema inmunológico que es el encargado de combatir los virus y las bacterias que nos causan enfermedades.
Algunos investigadores también han llegado a la conclusión de que el sueño actúa como un antioxidante removiendo lo que se conoce como radicales libres, es decir, átomos, por lo general de oxígeno, altamente reactivos e inestables que se liberan como producto del metabolismo y que tienen la capacidad de dañar las células.  Se estima que la falta crónica de sueño puede acelerar el envejecimiento del cerebro.

El problema de la falta de sueño se agudiza como consecuencia de los cambios tecnológicos y en el mundo del trabajo que hacen que muchas personas trabajen hasta altas horas de la noche o en horarios rotativos.  Nuestras características biológicas, producto de cientos de miles de años de evolución nos han programado para necesitar entre nueve y diez horas de sueño diario.  En nuestra era los cambios tecnológicos se están produciendo a un ritmo mucho más acelerado que el de nuestra biología por lo que terminamos haciéndole a nuestro organismo demandas que no está preparado para asumir.

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